domingo, 9 de septiembre de 2012

Un Instante En Cuatro Acatos


-Ella me prometió que bailaría conmigo si le llevaba rosas rojas -murmuró el Estudiante-; pero en todo el jardín no queda ni una sola rosa roja.

Wilde...

Personajes:
Ø     ÉL.
Ø     Ella.
Ø     Roberta (Sombra uno)
Ø     Rigoberto (Sombra dos)
Ø     Príncipe Gercul.
Ø     Dania González Zarpa.
Ø     Casco de Rey Ompício.
Ø     Trabajador de mini-mercado.

Primer Acto
(Un escenario abstracto y ambiguo. Con cortinas blancas y negras, sin muebles, ventanas ni puertas. Del lado izquierdo, se ve entrar a una mujer alta, delgada, con un vestido de noche rojo y una mirada triste; al compás, del lado derecho, se ve entrar un hombre de aspecto muy varonil, alto, con voz fuerte, vestido con un traje barato. Ella actúa con indiferencia mientras él la mira fijamente)
Él.- (Con profunda respiración, serio y con una mirada fija en ella)
No le miento; mis intenciones son variadas, pero no puedo concebir un momento más sin comunicarle los deseos abrúmales que tengo de bailar, y no un par de piezas, ni con damas pinceladas por mi soledad… Si no… con su compañía…
Sin escándalos ni bromas, deseo tomarla y bailar; no importa, lo que usted guste, de la manera que quiera, sólo deseo moverme y sentirnos bien.
Ella.- (Con apatía) Me parece

Erika En Eureka...

Conocí a muchas personas. Era una exposición de arte, iban a tocar algunas bandas. Un amigo (Cantante) me invitó, me dijo que sería un lugar agradable para mí. Charlé con un par de individuos, todos tomaban vino y compartían temas de interés meramente humano. Me sentí agobiado por la incesante intelectualidad (Y de sobra está decir que detesto aquello de la lógica humana) Salí a tomar un respiro en una agradable y sonriente banca dentro de un pasillo oscuro dominado por las sombras. Observé hacia la izquierda, y miré a una mujer con un lunar de fuego humeante que solía brillar cada que ella inhalaba...
Caminando y gritando, caminando y gritando pasó el apasionado vendedor de palomitas, churritos, tabaco, condones y demás chulerías que se acostumbran encontrar en el centro de la ciudad. No te puedo mentir, me dio nostalgia y me adelanté comprando palomitas con chamoy. Escuché un par de reclamos inocentes; en seguida, una pequeña niña salió de la exposición. Corriendo hacia el señor intercambió unas limpias monedas por churritos...
El señor se fue satisfecho por los negocios y la niña sonriendo me dijo: ¿Quieres de mis churritos? me aguanté las ganas de llorar que cargo todo los días, especialmente cuando tengo los ojos abiertos, sonreí, tomé una y le ofrecí de mis palomitas...
Muy sonriente ella tomó de mis palomitas, una vez, y hubo una segunda, le continúo una tercera y se rompió el hielo...


Ella comía de mis palomitas, yo de sus papitas.
-¿Qué haces aquí?
-Estar-Declamé- Si no estuviera aquí, no podría estar en ningún otro lado. ¿Qué es lo que tú haces aquí? ¿Vienes con tu madre?
Masticando palomitas y chupándose los deditos asintió con la cabeza.

Volvió al encuentro con mis palomitas y yo con sus papitas.
-¿Estudias?-Cuestioné
-Sí, estoy en primaria. Me gusta mucho la clase de español.
-Yo la odiaba, pero ahora la extraño.
-¿Porqué no entras con todos los demás? puedes entrar conmigo.
-No, prefiero estar aquí. Solo un rato. Me recuerdas mucho a una pequeña niña que conocí cuando yo también era pequeño. Pero pienso que tu madre debe de estar preocupada, es mejor que entres.
-¿Qué tiene que esté contigo?-suplicante me respondió.
-No soy una buena persona. De mí aprenderás de todo, menos de felicidad. Y no hay nada más que te sirva a tu edad. La niña que conocí me hizo decir muchas cosas, y tú también podrías hacerme decir algunas más.
-¿Porqué no eres una buena persona?
Salió una joven madre preocupada, le llamó con reclamo y sonriente me dijo:"Disculpa, pero ella no puede comer palomitas"
-Ah, no se preocupe. (Dirigiéndome a la pequeña) Anda, ve con tú madre.
Antes de irse la niña me hace una última pregunta:
-¿Qué fue lo que la niña te hizo decir?-Yo tenía 12 años, y dije que no volvería a
enamorarme nunca más...

La niña confundida me sonrió, y entro contenta con su madre mientras la bruja del lunar llameante simplemente rió...

Oberón Iniesta...

Limpio De Pudor


Por las tardes, cuando logro despertar, suelo desempolvar y acomodar mi librero. Acaricio tiernamente con un denso pañuelo cada monumento de papel que descansa mansamente en el olvido, se pierde, y de manera  atorrante se baña de años. Cada que procuro ésta actividad observo las tenues hojas que pudieron llegar a interesarme alguna vez. Las que pudieron ahogarme en garbo y pasión me recuerdan a mí, si bien, esos espejos enajenados no relatan mi vida, se pueden encontrar irreverentes y maltrechos, su estado colérico y habitualmente traumático se puede tomar como una analogía de mi vida.

Vivir parece ser la faena más sencilla que puede existir, pero la menos adecuada para el hombre. Tan fácil y tan absurdo aquel oficio de vivir.
Bien saben las ojeras y el humo de mi habano que ya hace tiempo no practico aquello de vivir. Vida, dolorido traste de dudas y malas jugadas de ajedrez. La vida nunca se me acabó, a ella no renuncié, como espectador me mareo, sudo y pienso con el sensual baile de las menesterosas bebidas sobre el vientre liso de los vasos. La melancolía mantiene su romance con los versos que nunca pude escribir y los besos que nunca pude dar. Escupo tinieblas provenientes de nuestras verdes amantes… las escupo antes que el universo aborté otro terrible amanecer con latidos que nunca conté, sueños que nunca soñé y las palabras que no logré poner sobre éste papel.

Hay tardes en las que me toman por el pecho las atónitas sombras que cruzan la calle mientras yo me quedo ahí parado. Tardes en las que los gritos conmovedores de los autos y los rugidos en el clamor de las liendres de estepa, que en dos patas caminan por la banqueta, se filtran abruptamente hasta el rincón más lejano de mi aislamiento.

Cuando me tumbo por ahí sin rescatar mis últimos tres pasos, estos por derecho los más trotamundos, azoto la mirada contra las hormigas de ciudad que creen ser libres, que piensan inocentemente: “Algún día podremos ser felices”. Pongo atención a los últimos tres pasos de cada emancipado de la razón, siempre buscándote. ¡Entonces, cuando tu nombre rasguña mi corazón, corro a limpiar el librero de mi casa! Bien ordenado espera tu próxima llegada, empolvándose y bañándose en años ansia verme estupefacto mientras observo tu ávida manera de hurgar por su anatomía. Doy tres pasos acariciando el filo del aire, te encuentro por la espalda, acaricio tu cintura antes de robarte el primer beso de la velada, te acaricio el cuello mientras mi dedo índice roza tus senos, antes de desabrocharte la blusa, detengo el trivial código, te miro a los ojos y pienso en lo mucho que me excita que tengas marido…

Oberón Iniesta...